viernes, 18 de marzo de 2011

El papel de INTERNET en las revueltas árabes

Un manifestante sostiene un cartel a favor de El Baradei que promociona la web de la Asociación por el Cambio.

El 17 de Diciembre de 2010, el ciudadano tunecino Mohamed Bouazizi, desesperado y frustrado por su situación, se inmolaba quemándose a lo bonzo en la plaza principal de Sidi Bouzid. Pronto trascendería su historia personal, plena de desgracias, corriendo boca en boca por los mentideros de la ciudad: el puesto ambulante de venta de fruta de Bouazizi, había sido requisado por la Policía al no someterse éste a sus extorsiones. Tras acudir a la administración, fue abofeteado, escupido y humillado, negándosele cualquier devolución. No pudiendo soportar una vejación más en una vida miserable bajo el yugo continuado de la corrupción policial, tomó su brutal determinación. Ansiando que su muerte en público sirviera de acicate. Hoy, sólo 3 meses después de aquel día fatídico, el alma de Bouazizi, lo único que queda ya de él, no podría estar más orgullosa: no en vano es llamado “el Padre de la Revolución”. La revuelta popular egipcia tuvo un estallido similar: esta vez se llamaba Khaled Said, un empresario de 28 años asesinado a golpes por la policía frente a un café de Alejandría.
Ambas tragedias aisladas, teñidas de un dramatismo ejemplificador incuestionable, sin embargo, no eran más que dos oscuros sucesos más perdidos en un maremágnum de burocracias corruptas, represivas y brutales. ¿Cuál fue, en definitiva, el factor capaz de promover una oleada de protestas civiles capaces de tambalear las longevas y rígidas autocracias que las auspiciaban? Las opiniones de los expertos son unánimes: sin duda, Internet.
Tras más de una década desarrollándose a pleno rendimiento, la globalidad explícita de la Red ha ido derribando fronteras, mostrando a los jóvenes musulmanes el modo de vida occidental, la existencia de otras culturas, de otros códigos morales. Los perfiles más presentes en las manifestaciones de Egipto, de Túnez, de Libia, de Irán o de Bahréin, corresponden siempre a las jóvenes generaciones, los usuarios habituados al servicio web. Independientemente de generar ansias de libertad, ha sido el descomunal poder de propagación de Internet quien, en primer lugar, ha hecho trascender a toda una nación, una sociedad de millones de miembros, los sucesos extremos acaecidos a Mohamed y Khaled.


En Egipto, las imágenes del cadáver de Said en Youtube, mostrando contusiones que contradecían la versión oficial, sacudieron al país. El grupo espontáneo creado al efecto en Facebook “Yo también soy Khaled Said”, a modo de protesta, registró en tiempo record más de 400.000 adeptos, y la propia Amnistía Internacional reflejó la noticia en su web, dándole aún mayor alcance. En Túnez, el movimiento internauta Anonymous comenzó una operación en apoyo al levantamiento popular, logrando colapsar las webs gubernamentales del país, centrando la atención del mundo sobre este pequeño país norteafricano. Y finalmente, las respectivas manifestaciones y Días de la Ira de cada revuelta, fueron orquestadas, organizadas y publicitadas a través de las redes sociales. El único canal sin censura de sus anquilosados e inaccesibles sistemas de comunicación fue el artífice explícito de sus victorias.  
No en vano, los gobiernos antidemocráticos que sufrieron las letales sublevaciones ciudadanas, trataron de asfixiar agónicamente este contacto virtual mediante detenciones de bloggeros (como el periodista Slim Amamou), los cierres de páginas webs declaradas “subversivas” (Twitter, Facebook), o incluso con el corte total de accesos a internet en toda la nación, así como a la telefonía móvil. Con todo, era ya demasiado tarde para detener esta bendita espiral por las libertades: fue a través del mismo Facebook donde se preparó, para el 28 de Diciembre de 2010, la “Marcha del Millón de Hombres”, todo un éxito de participación y que precipitó el final del régimen de Hosni Mubarak.
WikiLeaks, con sus inestimables filtraciones demostrativas de unas prácticas comunes déspotas, crueles y represivas en países como Libia, Omán, Yemen o Arabia Saudí, no ha hecho sino instigar nuevos movimientos populares en tantas otras autarquías, y reforzar el descomunal poder de alcance de la Red. Puede que hoy, a base de armamento y ataques indiscriminados, su voz sea contenida, pero es tan sólo cuestión de tiempo.


Licencia de Creative Commons
Revolución Global by Periodistillo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

No hay comentarios: